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ORACION

ay tanto que hacer y cada quien tiene su propia tarea en la gesta de nuestro tiempo. Madre Santísima, intercede para que yo reciba la fuerza y el aliciente para cooperar con la gran tarea de cambiar este mundo nuestro poniendo mi grano de arena, que bien podría hacer la diferencia. Amén

lunes, 20 de enero de 2014

LECTURA DIARIA,viernes 31 Enero 2014


viernes 31 Enero 2014
Viernes de la tercera semana del tiempo ordinario

Segundo Libro de Samuel 11,1-4a.5-10a.13-17. 
Al comienzo del año, en la época en que los reyes salen de campaña, David envió a Joab con sus servidores y todo Israel, y ellos arrasaron a los amonitas y sitiaron Rabá. Mientras tanto, David permanecía en Jerusalén. 
Una tarde, después que se levantó de la siesta, David se puso a caminar por la azotea del palacio real, y desde allí vio a una mujer que se estaba bañando. La mujer era muy hermosa. 
David mandó a averiguar quién era esa mujer, y le dijeron: "¡Pero si es Betsabé, hija de Eliám, la mujer de Urías, el hitita!". 
Entonces David mandó unos mensajeros para que se la trajeran. La mujer vino, y David se acostó con ella, que acababa de purificarse de su menstruación. Después ella volvió a su casa. 
La mujer quedó embarazada y envió a David este mensaje: "Estoy embarazada". 
Entonces David mandó decir a Joab: "Envíame a Urías, el hitita". Joab se lo envió, 
y cuando Urías se presentó ante el rey, David le preguntó cómo estaban Joab y la tropa y cómo iba la guerra. 
Luego David dijo a Urías: "Baja a tu casa y lávate los pies". Urías salió de la casa del rey y le mandaron detrás un obsequio de la mesa real. 
Pero Urías se acostó a la puerta de la casa del rey junto a todos los servidores de su señor, y no bajó a su casa. 
Cuando informaron a David que Urías no había bajado a su casa, el rey le dijo: "Tú acabas de llegar de viaje. ¿Por qué no has bajado a tu casa?". 
David lo invitó a comer y a beber en su presencia y lo embriagó. A la noche, Urías salió y se acostó junto a los servidores de su señor, pero no bajó a su casa. 
A la mañana siguiente, David escribió una carta a Joab y se la mandó por intermedio de Urías. 
En esa carta, había escrito lo siguiente: "Pongan a Urías en primera línea, donde el combate sea más encarnizado, y después déjenlo solo, para que sea herido y muera". 
Joab, que tenía cercada la ciudad, puso a Urías en el sitio donde sabía que estaban los soldados más aguerridos. 
Los hombres de la ciudad hicieron una salida y atacaron a Joab. Así cayeron unos cuantos servidores de David, y también murió Urías, el hitita. 

Salmo 51(50),3-4.5-6a.6bc-7.10-11. 
Ten piedad de mí, oh Dios, en tu bondad, 
por tu gran corazón, borra mi falta.
Que mi alma quede limpia de malicia, 
purifícame de mi pecado.

Pues mi falta yo bien la conozco 
y mi pecado está siempre ante mí;
contra ti, contra ti sólo pequé, 
lo que es malo a tus ojos yo lo hice. 

Por eso en tu sentencia tú eres justo, 
no hay reproche en el juicio de tus labios.
Tú ves que malo soy de nacimiento, 
pecador desde el seno de mi madre.

Haz que sienta otra vez júbilo y gozo 
y que bailen los huesos que moliste.
Aparta tu semblante de mis faltas, 
borra en mí todo rastro de malicia.


Evangelio según San Marcos 4,26-34. 


Y decía: "El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: 
sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. 
La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga. 
Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha". 
También decía: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? 
Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, 
pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra". 
Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender. 
No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo. 

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