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ORACION

ay tanto que hacer y cada quien tiene su propia tarea en la gesta de nuestro tiempo. Madre Santísima, intercede para que yo reciba la fuerza y el aliciente para cooperar con la gran tarea de cambiar este mundo nuestro poniendo mi grano de arena, que bien podría hacer la diferencia. Amén

lunes, 20 de enero de 2014

LECTURA DIARIA, viernes 24 Enero 2014

viernes 24 Enero 2014

Viernes de la segunda semana del tiempo ordinario

Primer Libro de Samuel 24,3-21. 
Entonces reunió a tres mil hombres seleccionados entre todo Israel y partió en busca de David y sus hombres, hacia las Peñas de las Cabras salvajes. 
Al llegar a los corrales de ovejas que están junto al camino, donde había una cueva, Saúl entró a hacer sus necesidades. En el fondo de la cueva, estaban sentados David y sus hombres. 
Ellos le dijeron: "Este es el día en que el Señor te dice: 'Yo pongo a tu enemigo en tus manos; tú lo tratarás como mejor te parezca'". Entonces David se levantó y cortó sigilosamente el borde del manto de Saúl. 
Pero después le remordió la conciencia, por haber cortado el borde del manto de Saúl, 
y dijo a sus hombres: "¡Dios me libre de hacer semejante cosa a mi señor, el ungido del Señor! ¡No extenderé mi mano contra él, porque es el ungido del Señor!". 
Con estas palabras, David retuvo a sus hombres y no dejó que se abalanzaran sobre Saúl. Así Saúl abandonó la cueva y siguió su camino. 
Después de esto, David se levantó, salió de la cueva y gritó detrás de Saúl: "¡Mi señor, el rey!". Saúl miró hacia atrás, y David, inclinándose con el rostro en tierra, se postró 
y le dijo: "¿Por qué haces caso a los rumores de la gente, cuando dicen que David busca tu ruina? 
Hoy has visto con tus propios ojos que el Señor te puso en mis manos dentro de la cueva. Aquí se habló de matarte, pero yo tuve compasión de ti y dije: 'No extenderé mi mano contra mi señor, porque es el ungido del Señor'. 
¡Mira, padre mío, sí, mira en mi mano el borde de tu manto! Si yo corté el borde de tu manto y no te maté, tienes que comprender que no hay en mí ni perfidia ni rebeldía, y que no he pecado contra ti. ¡Eres tú el que me acechas para quitarme la vida! 
Que el Señor juzgue entre tú y yo, y que él me vengue de ti. Pero mi mano no se alzará contra ti. 
'La maldad engendra maldad', dice el viejo refrán. Pero yo no alzaré mi mano contra ti. 
¿Detrás de quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién estás persiguiendo? ¡A un perro muerto! ¡A una pulga!. 
¡Que el Señor sea el árbitro y juzgue entre tú y yo; que él examine y defienda mi causa, y me haga justicia, librándome de tu mano!". 
Cuando David terminó de dirigir estas palabras a Saúl, este exclamó: "¿No es esa tu voz, hijo mío, David?", y prorrumpió en sollozos. 
Luego dijo a David: "La justicia está de tu parte, no de la mía. Porque tú me has tratado bien y yo te he tratado mal. 
Hoy sí que has demostrado tu bondad para conmigo, porque el Señor me puso en tus manos y tú no me mataste. 
Cuando alguien encuentra a su enemigo, ¿lo deja seguir su camino tranquilamente? ¡Que el Señor te recompense por el bien que me has hecho hoy! 
Ahora sé muy bien que tú serás rey y que la realeza sobre Israel se mantendrá firme en tus manos. 

Salmo 57(56),2.3-4.6.11. 
Piedad de mí, oh Dios, piedad de mí, 
pues en ti se refugia el alma mía; 
a la sombra de tus alas me cobijo 
hasta que haya pasado la tormenta.

Yo clamo al Dios Altísimo, 
al Dios que de mí cuida.
Que del cielo mande alguien a salvarme 
de las manos de aquellos que me acosan; 
envíe Dios su gracia y su verdad.

Muéstrate, oh Dios, por encima de los cielos, 
y que brille tu luz en toda la tierra.
pues tu amor está a la altura de los cielos 
y tu verdad se eleva hasta las nubes.


Evangelio según San Marcos 3,13-19.

 
Después subió a la montaña y llamó a su lado a los que quiso. Ellos fueron hacia él, 
y Jesús instituyó a doce para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar 
con el poder de expulsar a los demonios. 
Así instituyó a los Doce: Simón, al que puso el sobrenombre de Pedro; 
Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, hermano de Santiago, a los que dio el nombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno; 
luego, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Tadeo, Simón, el Cananeo, 
y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó. 

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